Artículo de la candidata a la Alcaldía, Ana González, sobre el fallecimiento de Vicente Álvarez Areces, publicado en El Comercio
Hay nombres propios que resultan ineludibles a la hora de explicar una época determinada. El de Vicente Álvarez Areces, ‘Tini’, es indispensable si se trata de referirnos al Gijón y la Asturias que hemos venido conociendo a lo largo de las cuatro últimas décadas. Desde que accedió por vez primera a la Alcaldía de nuestra ciudad, en 1987, hasta que cesó como presidente del Principado, en 2011, su pasión por la política y su compromiso firme con las libertades y con el socialismo fueron constantes, como lo fue su aspiración de trabajar por y para la ciudadanía.
Tini comprendió que Gijón, una ciudad deprimida y lastrada con muchas asignaturas pendientes, sometida además a duras reconversiones de carácter industrial, necesitaba reinventarse, redefinirse, buscar en su propia esencia para encontrar motivos de los que sentirse orgullosa y lograr, así, salir del bache. Él, que se había forjado en la lucha antifranquista, supo interpretar el momento histórico y entendió que la ciudad tenía que conectarse consigo misma estableciendo un doble diálogo: de un lado, con ese mar al que, inexplicablemente, había dado la espalda durante mucho tiempo; del otro, con una ciudadanía numerosa, y no siempre asistida, que necesitaba servicios y mejoras que repercutiesen para bien en su calidad de vida.
José Manuel Palacio, el anterior alcalde, había comenzado la tarea renovando infraestructuras que resultaban imprescindibles para cobrar un nuevo impulso, y Tini partió de ese gran trabajo previo para dejar su impronta en una ciudad que desde entonces, y para siempre, permanecerá vinculada a su recuerdo. La recuperación del Cerro de Santa Catalina (con la instalación allí del ‘Elogio del Horizonte’, esa magnífica escultura de Chillida que se ha convertido ya en un símbolo para las gijonesas y los gijoneses); la creación de la playa de Poniente sobre los terrenos de los viejos Astilleros del Cantábrico; la urbanización y consolidación (casi la reinvención) de la zona de El Llano; la concepción de nuevas instalaciones deportivas y de la red de centros municipales que vertebraron los distintos ejes urbanos y permitieron que los barrios se sintieran tan importantes, tan implicados en la ciudad, como el propio centro; la concepción y la materialización, en suma, de un Gijón al servicio de sus habitantes. La interpretación de la ciudad como una gran red social en la que personas, organismos e instituciones se conectaban para generar una corriente de vitalidad que lo impregnaba todo y llegó a generar admiración en toda España.
Entendió que Gijón tenía que defender su identidad, pero también enriquecerla, e hizo de ella una ciudad abierta que rehabilitaba su patrimonio histórico-artístico al mismo tiempo que impulsaba el Festival Internacional de Cine, que reabría su flamante Teatro Jovellanos mientras inventaba la Semana Negra, que impulsaba la Feria Europea de Teatro para Niños y Niñas a la par que incorporaba los escenarios gijoneses al circuito de grandes conciertos internacionales. Tini supo, en definitiva, hacer de Gijón una ciudad inteligente, culta, osada, activa y reflexiva. Una ciudad que gracias a él entró con fuerza en el siglo XXI y cuyo nombre brilló con luz propia en todos los mapas.
Por eso su pérdida, que supone una gran tristeza para toda Asturias, se hace especialmente dura aquí. Porque esta ciudad sabe que debe a Tini una buena parte de su razón de ser. Supo materializar ese ideal socialista que dice que la política ha de ser una herramienta para mejorar la vida de las personas, y tuvo la capacidad de ver hacia dónde caminaban los derroteros del futuro y hacer todo lo que estuvo en su mano para que la ciudad donde nació y vivió encarase con garantías los retos que se le presentaban por delante. Fue uno de esos políticos que marcan época, y cuya gestión les trascenderá porque ha dejado una huella tan reconocible que será imposible que la ciudad se desprenda jamás de ella. Fue, en definitiva, el gran alcalde de Gijón. Y para mí supone un orgullo compartir sus mismas ideas y haberlo tenido como compañero en el partido al que dedicó los mejores años de su vida.