Discurso de la alcaldesa de Gijón/Xixón, Ana González Rodríguez, en la inauguración de la 64 edición de la Feria internacional de Muestras de Asturias (FIDMA):
Buenas tardes.
Creo sinceramente que en este salón, realmente estoy segura de que todo el mundo sabe –sabemos- que, a lo largo de su historia, la Feria Internacional de Muestras de Asturias ha sido mucho más que una simple feria y más que un certamen comercial consolidado con el refuerzo popular; refuerzo popular que lo ha convertido en un multitudinario acontecimiento estival en el ecuador de los veranos gijoneses. (Y también sabemos como son los veranos gijoneses.) La Feria ha sido también, cada vez más, un vistoso y concurrido escaparate de la actividad industrial, empresarial y comercial en Asturias.
Sesenta y cuatro años de FIDMA que la han hecho un registro fiel y vivo de la historia económica, social y humana de Gijón y del resto del Principado.
Así, al repasar la historia del certamen, se repasan también la sucesión de avances, cambios, conflictos y crisis, formas de vida y de relación, incluso los deseos y los anhelos de la región que cada año acude masivamente a este recinto para exhibir sus productos, cerrar tratos comerciales, lucir el hoy o el ayer de sus ciudades y pueblos, trazar proyectos institucionales o sencillamente, convivir en una activa y bullente ciudad dentro de la ciudad, una Asturias viva y a escala. Un Gijón vivo y a escala.
La Feria Internacional de Muestras de Asturias es esto ante todo: el lugar anual de encuentro de Asturias, de todas y todos los asturianos, en cada momento de su historia reciente. Del mismo modo que es un lugar de encuentro con nuestras comunidades vecinas y con los visitantes veraniegos. Pues nunca ha sido frontera, siempre acogimiento.
Creo que este año este lugar de encuentro es, sobre todo, una frontera. No, no, no me estoy contradiciendo. Déjenme que me explique. La sesenta y cuatro edición de la FIDMA es frontera sí ; un límite que, igual que Gijón es un límite donde Asturias se asoma al horizonte del Cantábrico y abre así todo un camino, la región se debe asomar esta vez al horizonte del optimismo. La raya, esta frontera, es la que separa el doloroso pasado reciente del futuro en el que tenemos ya un pie porque lo hemos hecho posible. Baste de momento un dato: el 73% de la población asturiana está ya vacunada con pauta completa.
Esta frontera, como les decía, es la que marca la divisoria entre el último año y medio de dolor, de pérdidas ante todo humanas, de restricciones, de parálisis forzosa de la vida social y económica a todas las escalas, y el momento de la esperanza y el optimismo, el momento de la recuperación económica y social y de regreso cauto y prudente y al mismo tiempo decidido, a la senda del dinamismo y la reactivación en todos los frentes.
El territorio de la FIDMA ha de ser este año el lugar donde empecemos a percibir con toda su fuerza la voluntad y los recursos para reencontrarnos; las empresas con sus clientes, y las personas entre ellas. Es el contraste entre lo sombrío y doloroso del silencio y el vacío que en estas mismas fechas ocupaban este recinto el pasado año y la savia que vuelve a circular por calles y pabellones d este recinto ferial.
Esta Feria de Muestras va a ser, por tanto, la del reencuentro, la de la esperanza, la de la recuperación de la confianza en nosotras, en nosotros; en nuestras empresas, industrias y comercios. Ha de ser el lugar donde, como siempre, tomemos el pulso al momento histórico de Asturias y a su actividad económica y vitalidad social. Y también va a ser el mejor lugar posible para que, quienes la visitemos, mostremos nuestro apoyo efectivo y afectivo a todo el tejido económico asturiano que regresa con sus productos y sus servicios a este recinto.
En nuestros paseos por la Feria sabremos leer, a la vista de sus pabellones y estands, el enorme esfuerzo que han hecho para sobrevivir a los efectos de la pandemia, para sacar fuerzas de flaquezas, para adaptarse en un ejercicio admirable de resiliencia, de innovación, de adaptación y de coraje. Este es el bien más preciado, el producto más valioso que se exhibe este año en la Feria: las ganas, la fuerza y el vigor de todos los sectores económicos asturianos para encarar una crisis mayúscula. El mero hecho de que estén aquí de nuevo es el mejor argumento para esa esperanza y ese optimismo del que hablo.
Por nuestra parte, como Ayuntamiento de Gijón y estoy segura de que es un mensaje unánime de toda la corporación, queremos enviar ese mismo mensaje a todas las asturianas y asturianos, y muy en particular a la ciudadanía de Gijón. Es obvio que estos dos años se han visto profundamente afectados por lo que nos ha sucedido por igual a escala planetaria; pero también he de decir que las demandas y necesidades apremiantes que ha revelado el impacto de la covid-19 nos han fortalecido para saber que nos necesitamos, que tenemos que sumar, nunca restar y que debemos anteponer la solidaridad y la corresponsabilidad.
La pandemia ha subrayado con trazos aún más gruesos que a prioridad es ganar un Gijón cada vez más para las personas, convertir la ciudad en un ámbito de relaciones, convivencia y cuidados entre las personas y del entorno. La Feria de Muestras de este año es, en cierto modo, un buen emblema de esa política de ciudad; ya nos lo dice el magnífico cartel de esta edición de Avelino Mallo titulado “Horizonte verde”. Porque, del mismo modo que, aunque concurriesen empresas y comerciantes, no hay Feria posible sin las personas, del mismo modo que la Feria de Muestras son las personas que la visitan y no puede ser de otro modo, no hay ciudad sin personas.
Ese es el paradigma de ciudad en el que creemos y que defendemos, por el que trabajamos. Es una visión clara y extensa que comparten otras ciudades del mundo: Bilbao, Valladolid, París, Copenhague… No hay nada más importante en una ciudad que las personas que la habitan, y nuestro cometido es recuperarla plenamente para ellas, recuperando también el viejo modelo renacentista de una ciudad concebida a escala humana en la que sea posible y prioritario, proveer su bienestar, cubrir sus necesidades, empezando por las más apremiantes, mejorar día a día su calidad de vida y la calidad de su entorno.
En esa transformación nos sorprendió la pandemia, y en esa misma transformación, pero si cabe con más convicción y ahínco, es en la que estamos en este momento. Gijón –como tan claramente ha mostrado a menudo este certamen– ha sido y es una ciudad moderna, avanzada, inquieta, proyectada al futuro, deseosa de abrir caminos y marcar tendencias; pero, incluso antes de la gran convulsión de este año y medio, la ciudad ha atravesado alguna etapa de apatía y estancamiento, de planes arrumbados y falta de ambición e ideas. No está en su naturaleza, como no está en la naturaleza de este recinto permanecer cerrado, inactivo o encallado en viejas fórmulas.
La FIDMA es, como siempre, un excelente ejemplo y estímulo; un espejo fiable de la vitalidad que en este momento necesitamos. Del optimismo y la esperanza de las que, ahora sí, tenemos que dejarnos contagiar en un momento en el que gracias a las vacunaciones y al civismo de la inmensa mayoría podemos empezar a ser conscientes de que la covid-19 empieza a ser una enfermedad más controlada y normalizada. Han vuelto al ferial empresas, industrias, comercios, instituciones… y sobre todo volvemos las personas. Porque lo que mostrará este año la Feria de Asturias, su mejor contenido serán, ante todo, sus pabellones y sus calles pobladas por personas, cumpliendo con las medidas de seguridad, y disfrutando de la Feria. Es el testimonio histórico que en este momento corresponde dar, y el que vamos a recibir para, cuando se cierren sus puertas, seguir adelante.