Las imágenes que hemos visto esta semana en los distintos centros municipales son la patente demostración que la política social desarrollada por Foro Asturias se basa en la caridad, la beneficencia y la estigmatización de la pobreza. La nueva convocatoria de la denominada Renta Social nos lleva al pasado con largas colas de ciudadanos y ciudadanas solicitando unas ayudas finalistas que en esta ocasión tendrán un presupuesto de 1,8 millones de euros en lugar de los 5,8 de 2017.
El atasco generado en los distintos puntos de atención a la ciudadanía no está causado únicamente por el recorte, más bien machetazo, de 4 millones de euros. También tiene su raíz en el criterio poco explicable de que las ayudas se van conceder por riguroso orden de entrada en el registro municipal sin atender a otros criterios de prioridad o de reparto.
Pero además del tijeretazo y más allá de la incapacidad ampliamente demostrada por el equipo de Moriyón, sobre lo ocurrido esta semana conviene realizar alguna consideración adicional. En primer lugar, queda patente que estas ayudas no son una renta por mucho que se empeñe FORO y por mucho que lo hayan repetido sus socios de Podemos. Son unas ayudas al consumo que, tal y como se ha demostrado, ni siquiera tienen garantizada una partida más o menos estable en los presupuestos municipales. Decir lo contrario es un engaño mayúsculo.
Por otra parte, resulta lamentable e inadmisible que la ausencia de criterio del gobierno municipal haya provocado unas colas que son más propias de otra época. Ni quienes solicitan la ayuda, y que precisamente deben tener más protección, pueden sufrir una situación que les denigra como personas, ni el personal municipal tiene que aguantar una situación límite provocada por una falta de previsión absoluta. En algún centro municipal se terminó de atender a los y las solicitantes a las ocho de la tarde cuando el horario de cierre está fijado a las cinco.
Tampoco podemos olvidar que el gobierno de FORO y sus socios nos vendieron está línea de ayudas como un nuevo hito, el “no va más “de la política social del siglo XXI, y con lo que nos encontramos son con las viejas colas de la beneficencia o la cartilla de racionamiento. Es decir, nos llevan al siglo XIX o a los tiempos de la posguerra donde primaban la caridad, el asistencialismo y el señalamiento de quienes sufren la pobreza.
Por último, hemos de señalar la irresponsabilidad de un gobierno, el casquista, que diseñó estas ayudas y una dotación inicial por un cambio de cromos que le permitió sacar adelante los presupuestos de 2017. Irresponsabilidad acompañada del oportunismo políticas de sus facilitadores, Podemos e IU, que entraron a un juego que ha servido para generar unas expectativas que no se han visto cubiertas.
Hecha la crítica, volvemos a la casilla de salida. La primera propuesta que el PSOE llevó al Pleno en este mandato tenía que ver con la reordenación de las ayudas sociales existentes y con el diseño de otras nuevas, de forma que todas tuvieran un marco estable y que atendieran a las necesidades reales de las personas. Ese debe ser el punto de partida para desarrollar otras políticas sociales que apuesten por solucionar los problemas de fondo que viven las personas más vulnerables para que no se vean condenadas a depender indefinidamente de las prestaciones sociales.