Artículo del concejal César González, publicado el 2 de julio en La Nueva España
Cada cierto tiempo se suscita en nuestra ciudad el debate sobre una posible moción de censura en el Ayuntamiento de Gijón. Cualquiera podría pensar que ese escenario es lógico a tenor del equilibrio de fuerzas existente en el consistorio, donde la suma de PSOE (7), Podemos (6) e IU (2) da como resultado 15 concejales en un Salón de Plenos donde nos sentamos 27. Una mayoría de izquierdas holgada que posibilitaría algo similar a lo que se bautizó como “gobierno a la valenciana” en la región levantina.
Llegados al ecuador del mandato todos los grupos políticos hemos valorado la acción del gobierno y todos coincidimos en la atonía e incapacidad de gestión del equipo de Moriyón. Hecho el balance, la pregunta es obvia: ¿Por qué esa mayoría de izquierdas no se pone de acuerdo para desalojar de la Alcaldía a la derecha casquista?
La respuesta es tan obvia como la pregunta. Ahora, igual que hace dos años, Podemos no quiere. Pudieron, pero ni quisieron, ni quieren, pues entienden que eso hubiera fortalecido al PSOE y porque fueron incapaces de asumir un resultado electoral donde los socialistas obtuvimos 6.000 votos más, un 20 % más de apoyos que la formación morada.
Y hago esta afirmación desde el lamento, ya que un servidor era de los que pensaba hace dos años que no debería ser tan difícil llegar a un acuerdo cuando los tres grupos de la izquierda, ya entonces, hacíamos una valoración negativa del gobierno casquista y cuando en los programas electorales no había, ni mucho menos, diferencias insalvables. Es más, confieso que era de los que pensaba que, después del 13 de junio de 2015, el día a día municipal iba a contribuir a acercar posturas y que la posibilidad de una moción de censura no sería descabellada. Me equivoqué. Lo reconozco.
Me equivoqué porque, al margen de acusaciones sin fundamento dirigidas a nuestro candidato y a nuestra organización, la evidencia de los hechos es que Podemos ha estado muy cómodo en el papel de sostén del gobierno de Moriyón. No hubo problema en votar a favor de un PGO que, errores de tramitación aparte, apuesta por un urbanismo de chalés, ni hubo problema en facilitar la aprobación del presupuesto de 2017. Pero tampoco han tenido problema en permitir la paralización de los planes de empleo (en Oviedo nos acaban de demostrar que no era necesario parar), en amparar una política social basada en la beneficencia (era el programa de Foro el que hablaba de las ayudas finalistas acordadas con Podemos e IU) o en apoyar el capricho cultural de los casquistas, el Arco Atlántico.
Pero llegados a mitad del mandato, no sólo se hace balance de lo ocurrido, se ve más cerca, a menos de dos años, la próxima cita electoral y aparecer en la foto con la derecha de toda la vida no es muy aconsejable. Según dicen, hay una parte de Podemos que ha reparado en ello y parece maniobrar para tratar de redimir a la formación morada del pecado original.
Lo que no es original es la vía. Se sigue considerando que los socialistas no pueden encabezar ese gobierno alternativo y que, pese a ser la fuerza más votada, debemos prestar nuestro apoyo a otros porque Podemos e IU juntos suman más concejales. Alguien olvida que Podemos e IU no fueron unidos y de que en las elecciones generales de 2016 Unidos Podemos obtuvo menos votos que Podemos en solitario seis meses antes. En política uno más uno no siempre son dos.
Nadie cuestionó que el “gobierno a la valenciana” fuera liderado por los socialistas, aunque la suma de Compromís y Podemos fuera mayor. Incluso Pablo Iglesias, antes de presentar su moción de censura, llegó a plantear su retirada si el PSOE daba el paso al ser el grupo con más diputados. Vamos, que en Gijón, donde la suma da, somos inflexibles, mientras que en Madrid, donde no dan los números, somos generosos. Todo un juego de trileros.
Sea por una cuestión estratégica, sea por una batalla interna de Podemos, lo que no existe es un interés real. Es evidente. Igual de evidente que nuestro sitio hasta 2019 es la oposición, la única oposición real en al gobierno de Moriyón. Mientras tanto, trabajaremos intensamente en construir un proyecto de cambio que ilusione a gijoneses y gijonesas. La ansiedad es cosa de otros.