Artículo de opinión publicado por Ana González Rodríguez, Candidata Socialista a la Alcaldía de Gijón/Xixón en El Comercio con motivo del 8 de Marzo
Nos encontramos a las puertas de una movilización que se prevé histórica, la que tendrá lugar mañana con motivo del Día Internacional de la Mujer, y arrecian los ataques al feminismo por parte de quienes han convertido las reivindicaciones de las mujeres en un enemigo que hay que abatir a toda costa. No es un fenómeno nuevo. Hace tiempo que determinadas voces, todas enmarcadas en el flanco derecho del espectro ideológico y a las que caracteriza su retórica maniquea y tabernaria, se obstinan en ridiculizar todo cuanto se refiera a las demandas de una igualdad que aún dista mucho de ser real y efectiva. Sin embargo, sorprende que se mantengan impasibles en sus postulados y sus dogmas cuando hace tiempo que la realidad comenzó a darles la espalda. Cuando cada vez más gente asume que sólo avanzaremos hacia una sociedad mejor si mujeres y hombres caminamos a la par, disfrutando de los mismos derechos, compartiendo idénticas obligaciones y partiendo de la casilla de salida con la certeza de que unas y otros dispondremos de similares oportunidades.
Evidentemente, esto no gusta a quienes se identifican con los valores más reaccionarios. A quienes parecían estar más cómodos cuando los roles estaban perfectamente delimitados y era al hombre a quien correspondía tomar el timón mientras la mujer ocupaba un lugar puramente subsidiario. A menudo, escuchando las opiniones que diversos representantes de la derecha española vierten sobre el feminismo y sus objetivos, no puedo evitar pensar que añoran en secreto los tiempos en que las mujeres necesitábamos una autorización de nuestros maridos para acudir al banco o no teníamos siquiera la posibilidad de divorciarnos. En algunos casos, esa nostalgia por un tiempo pasado y peor es evidente: no hay más que ver los resquemores que provoca la interrupción voluntaria del embarazo, y cómo algunos partidos insisten en retroceder para situarnos en el mismo nivel en el que nos encontrábamos en la década de 1980, cuando con mucho esfuerzo se aprobó la ley que ahora quieren retomar y a la que, es preciso recordarlo, se opusieron en su momento por juzgarla demasiado avanzada. Los derechos se conquistan, sí, pero después debemos permanecer alertas para que nadie nos los arrebate. Y ahora que falsos liberales y ultraderechistas verdaderos aguardan el menor despiste para hacer que nuestros relojes se atrasen varias décadas, es más necesario que nunca tener eso presente.
Por eso es necesario que las mujeres reivindiquemos, cada vez con más fuerza, nuestro papel en la sociedad, en la vida y en la historia. Hemos vivido arrinconadas durante muchos siglos como para que nos resignemos a permanecer orilladas por más tiempo. Y en esa iniciativa que debemos tomar, que ya hemos tomado, para hacer oír nuestras voces, la unión y la organización son dos herramientas indispensables. Lo sabemos bien en Asturias, donde no hace muchos años las mujeres de Gijón y Barredos se aliaron para poner en marcha una iniciativa que hubo quien consideró una locura, pero que se convirtió en el primer éxito multitudinario del feminismo español en este siglo. Me refiero al Tren de la Libertad, que inundó las calles de Madrid de colores morados y terminó provocando la dimisión de un ministro que pretendía devolvernos a la era de las cavernas. El Tren de la Libertad abrió un camino, tanto es así que las teóricas feministas sitúan en este momento e iniciativa el inicio de la Cuarta Ola del feminismo. Desde ese momento las feministas hemos sido aún más conscientes de nuestra capacidad y nuestra fuerza. Lo comprobamos el 8 de marzo de 2018, cuando alcanzamos cifras hasta entonces inéditas de participación en las movilizaciones convocadas por el Día Internacional de las Mujeres, y estoy segura de que lo comprobaremos también mañana, cuando esas cifras sean aún mayores y las mujeres constatemos que somos uno de los mayores motores con los que cuenta nuestra sociedad en su camino hacia el progreso. Si defendemos lo conseguido, si nos obstinamos en continuar en busca de nuevos horizontes, no habrá nadie que pueda pararnos. Lo dijo María Teresa Fernández de la Vega cuando inauguramos en Gijón la Casa Malva, hace ya algunos años: «Las mujeres no debemos dar ni un paso atrás ni para coger impulso».