El fallecimiento de cualquier persona a la que sentimos próxima produce dolor, pero la pérdida de Yolanda González Huergo me entristece profundamente. A lo largo de este último año tuve la oportunidad de conversar con ella muchas veces, de compartir preocupaciones, de discutir puntos de vista, y siempre encontré en ella una interlocutora dispuesta a defender sus convicciones, pero también a cooperar en beneficio de la sociedad a la que ambas, desde distintas responsabilidades, nos habíamos comprometido a servir. Quiero enfatizar eso, porque es importante: aún siendo consciente de que su enfermedad no le pondría las cosas fáciles, Yolanda quiso mantener su compromiso cívico y ejerció como concejala hasta que las fuerzas se lo permitieron, no se refugió en el “no hacer”, sino que consideró que su vida era “hacer”. Y lo hizo, además, manteniendo una actitud tan positiva, tan alegre y tan enérgica que era imposible no admirar su tesón, su optimismo, su esfuerzo, sus ganas de conseguir un Gijón mejor. Desde nuestras diferencias políticas, siempre vi en ella a una compañera, porque nos unía la vocación de servicio público que ha de regir la actividad política. Su muerte supone una pérdida importante para este Ayuntamiento, que se queda sin una concejala comprometida y entregada, pero para mí constituye una inmensa pena porque siento que mujeres como ella son imprescindibles para contribuir a que nuestra sociedad sea más rica, más lúcida, más igualitaria, más habitable.
Ana González Rodríguez