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Un patrimonio que no podemos perder

Artículo de opinión de Carmen Eva Pérez Ordieres, portavoz del Grupo Municipal Socialista, publicado el jueves 4 de septiembre en El Comercio.

El 19 de enero de 1978, un diario de tirada nacional publicaba el obituario de Don Nicanor Piñole, reconocido junto a Evaristo Valle como ‘pintor de Asturias’. El artículo que glosaba su figura destacaba que el artista, nacido en Gijón en 1878, había sido gran amigo de Pablo Picasso y que Unamuno, entre otras personalidades de la época, había asistido a la inauguración de su exposición en la Bienal de Venecia, señalando también su nombramiento como hijo predilecto de Gijón y de Asturias y el otorgamiento de la medalla de oro de Bellas Artes apenas cuatro años antes de su fallecimiento. Cuando se publicaba ese artículo, aún faltaba más de un año para que en Gijón se constituyera la primera Corporación democrática y cuatro para que se creara la Fundación Municipal de Cultura, entidad a la que se le encomendó la gestión de las políticas culturales del municipio. Fue esta entidad la que en 1989 redactó el primer y único Plan Estratégico de Museos del Municipio. El documento planteaba utilizar los principios democráticos recién estrenados para facilitar el acceso de los ciudadanos a la cultura, renovando el papel de los museos como receptores de la memoria y espacios de reconocimiento colectivo que dotan de identidad al municipio. Quedémonos con estas palabras: memoria, identidad, reconocimiento, colectivo…

El legado de la obra de Nicanor Piñole a favor del municipio, suscrito por su viuda con el alcalde de la época Don Vicente Álvarez Areces, establecía condiciones que, de no cumplirse, podrían provocar la reversión de la donación. Una de esas condiciones era primordial: sus obras debían exponerse permanente en un edificio público dedicado en exclusiva al pintor. Doña Enriqueta valoraba positivamente el antiguo Asilo Pola, ya que se encontraba cerca del lugar donde había nacido y crecido el artista. Ninguna otra corporación hasta ahora puso nunca en riesgo este legado y ninguna cerró un museo municipal.

El legado, el propio museo y sus protagonistas se han convertido ya en un patrimonio simbólico del municipio, por eso, en los últimos días, asociaciones vecinales y culturales, artistas, vecinos y vecinas se han manifestado públicamente contra el cierre del equipamiento en su actual ubicación con la promesa gaseosa de un futuro edificio sin fecha de acondicionamiento ni apertura.

Gijón acumula ya demasiadas renuncias y pérdidas, también en materia de cultura.

El cambio de ubicación del museo merece un proceso que cuide un patrimonio único que otros desearían tener. La precipitación en su cierre, argumentada en una mejora de servicios que el Ayuntamiento puede alojar con igual dignidad en otros espacios del centro de Gijón, no es más que un capricho que no nos podemos permitir. Por eso, sería conveniente que Doña Carmen Moriyón evite cometer este error; sería conveniente que escuchara, que nos escuchara.