Artículo de César González publicado el lunes 14 de octubre en «El Comercio»
Moriyón sigue su política de renuncias. Ahora la regidora no ha visto conveniente aprovechar las posibilidades del edificio de los antiguos juzgados de Prendes Pando, ya sea como centro de proximidad para el barrio de Laviada y zonas colindantes, como espacio para la atención a mayores, como lugar para la dignificación de las políticas de igualdad o como posible recurso para las políticas de bienestar social y vivienda.
No es la única renuncia que desde el gobierno municipal hemos visto estos días. A cuenta del vial de Jove, la primera edil ha sido incapaz de proponer ninguna alternativa a la fallida licitación, ni siquiera de presentar propuesta alguna que contribuya a mejorar la situación que se vive en la zona Oeste desde hace décadas. Ha tirado la toalla. Hace más de 10 años, ella misma se plantó en el Ministerio de Fomento con tres dibujos de trazo grueso para decirle al gobierno del PP dónde y cómo debía poner la estación intermodal (aunque eso sirviera de excusa perfecta para que el proyecto durmiera el sueño de los justos), o llegó a presentar una propuesta para que el AVE llegase a Gijón con ancho internacional. Ahora ya ni eso.
El catálogo de renuncias del gobierno de Moriyón es amplio. Desde la oportunidad perdida para El Molinón con el Mundial 2030, la desechada capitalidad cultural europea -y de cómo en Oviedo luchan por subirse a ese tren-, la falta de planificación en materia de movilidad y de cómo se espera a que los problemas de aparcamiento, de seguridad vial y de regulación del tráfico se arreglen por sí solos o del olvido de las políticas de vivienda y de la incapacidad de aprovechar el suelo municipal para ofrecer vivienda pública y/o protegida a un precio accesible. Eso por no hablar de su imaginario soterramiento del tráfico en el Muro.
Nada nuevo. La falta de proyecto y la incapacidad para ejecutar sus propios presupuestos sigue siendo seña de identidad de Moriyón. Tabacalera ya no será “El Lavadero” y se vuelve a un proyecto museístico diseñado en la primera década del siglo. El Molinón no será mundialista porque no había dinero para asumir esa inversión y ahora se anuncia que se destinarán 70 millones en su reforma. Los terrenos de Naval ya no serán pasto de las viviendas, como pretendía Moriyón hasta que la oposición se lo impidió en 2015, y sólo sabemos que se pintará de azul, aunque desconocemos si la brocha vendrá de Lisboa, de Göteborg o de la Conchinchina. Y así seguimos, a lomos de la propaganda. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.